Cuando mi hijo Enzo era pequeño yo le hacía cajas. Juntos pasabamos horas jugando en los "pequeños mundos" que creamos dentro de ellas. También creabamos pequeños mundos mágicos por todo el departamento. En las macetas vivían seres que a través de los granos de polvo realizaban viajes interplanetarios hacia otras macetas. Debajo de la mesa podíamos crear paisajes fantásticos con dinosaurios y figuras míticas. La pequeña araña, "Sebastián Vallejo", que lleva el nombre del héroe de una telenovela colombiana, era dueña y señara de su propio mundo en un rincón de la cocina.
Cuando yo era niña, en los tiempos turbulentos de la Argentina de los años 70, nos mudábamos a menudo y no pocas veces teníamos que escondernos. Entonces, también creaba pequeños mundos en cajas de cartón que podía llevar conmigo a todas partes. En mis cajones guardaba muñecas de papel, mis cuadernos, recortes de cómics y artículos sobre agujeros negros, galaxias y quásares.
Lo que alguna vez fue la forma física de Enzo descansa en una caja hecha de su madera favorita debajo de una piedra, ahora ya hace dos años y medio. En la piedra están grabadads las palabras "Recuerda que nos levantamos de las cenizas y bailamos en las ruinas", en homenaje a una canción que me escribió de regalo, sobre el exilio y los acontecimientos en Argentina. A veces todo parece un sueño lejano, pero un sueño del que aún te despiertas con el llanto en la garganta y un grito que se siente en lo profundo del pecho.
Por eso, ahora he retomado la creación de cajas. Estas cajas contienen toda la tristeza del mundo pero también toda la esperanza. Hago estas cajas para contribuir a un mundo donde todavía se pueda crear magia y donde nadie tenga que estar solo con su sufrimiento.